En 2015, en un pequeño pueblo turístico de Gales, Crickhowell, los orgullosos y pequeños comerciantes locales decidieron rebelarse y darle una lección al gobierno. Empezó con la apertura de un supermercado perteneciente a una gran cadena. El rechazo al gran distribuidor «de fuera» muchas veces procede de un localismo exacerbado, de un pueblerinismo cansino, pero en este caso, el tema era más interesante.La idea de que una gran empresa -sea un hipermercado, una planta de ArcelorMittal o una sede de Google- se instale en tu territorio, creando cientos o miles de puestos de trabajo, incluso empleos cualificados, atrae a cualquiera, sobre todo a las administraciones públicas de las que depende que eso se haga realidad y que se llevarán los laureles por ello.Sin embargo, todos sabemos que la instalación de esa empresa conlleva exenciones impositivas, acuerdos ventajosos para tarifas eléctricas, donaciones de suelo, edificios, etc. En muchos casos, esas negociaciones con la administración se convierten en puro chantaje por parte de las grandes empresas, que amenazan con llevarse su planta a otro lado, dejando a miles de trabajadores en la calle si no se les da lo que piden. A veces, simplemente la empresa factura desde un lugar fiscalmente ventajoso y por tanto no devuelve apenas en impuestos aquello que se regaló. El puesto de trabajo, al final, resulta bastante caro a la administración.El trabajador de la gran empresa, dependiente por completo de las decisiones de los de arriba, quizá preferirá que se ceda al chantaje. El pequeño empresario, sin embargo, que mientras sostiene al país con sus impuestos ha de sufrir los abusos del Estado, los precios del suelo y luchar por que la factura de la luz y los impuestos no lo arruinen, puede no verlo de la misma manera.Volviendo a Crickhowell, todo empezó con la preocupación de los pequeños comerciantes locales por una pérdida de clientes ante la llegada de la gran superficie, un viejo debate. Pero la cosa se puso seria cuando éstos descubrieron que la gran cadena no pagaba apenas impuestos gracias a ciertos mecanismos legales de elusión propios de las grandes empresas multinacionales. La indignación pasó a mayores al enterarse de que esta empresa no era una excepción. Cuando uno de ellos descubrió que su pequeño comercio pagaba (proporcionalmente) 7 veces más impuestos que Facebook, decidieron pasar a la acción.Los pequeños comerciantes locales se unieron. A la cabeza estaban la cafetería, el ahumador local de salmones, la óptica, la tienda de ropa de aventura, la panadería y la librería. Juntos, diseñaron un plan de impuestos DIY que presentaron ante el HMRC (Her Majesty’s Revenue and Customs) y que imita las prácticas de elusión (que no evasión) de grandes empresas como Google, Facebook, Apple, Starbucks o Caffe Néro en Gran Bretaña. Todo legal. El objetivo real, era, sin embargo, que la BBC filmara todo el proceso, que incluyó visitas de los comerciantes a la Isla de Man o a las islas Caimán. El resultado fue un documental, «
The Town That Took On The Taxman», que se emitió en BBC 2 en 2016, con la idea de ampliar la campaña de protesta a nivel nacional.Todos afirmaron que no tienen nada en contra de pagar impuestos y que siempre han pagado hasta el último céntimo exigido por la ley. Lo que no estaban dispuestos a dejar pasar por más tiempo, es que sus competidores más grandes y poderosos jugaran con ventaja mientras ellos financiaban los servicios públicos.El popular cómico británico, Heydon Prowse, presentador del documental, comentó que «tan pronto como se tapa un agujero en la ley contable, se abre otro. Los comerciantes de Crickhowell están hartos y cansados de soportar la carga de todo el sistema. A ellos no les invitan a esas reuniones íntimas con los jefazos del HMRC, a las que sí van las grandes corporaciones, y sin embargo son la columna vertebral de la economía británica».Aunque pagar proporcionalmente lo mismo que Google debe producir un gran placer,
su innovador plan fiscal no dejaba de ser una reivindicación, una petición para que el gobierno haga más justo el sistema de pago de impuestos para las empresas. Esa fue la razón última del documental y también de su amenaza de compartir ese conocimiento con otras localidades, para dar lugar a una verdadera rebelión fiscal.Unos meses después de que saltara la noticia, justo antes del estreno del documental, el grupo de comerciantes volvió a aparecer en los medios de comunicación denunciando las presiones de los tories, en concreto del diputado conservador por Gales Lord Crickhowell, que según declararon, se había puesto en contacto varias veces con ellos para instarles a abandonar su campaña y apoyar al ministro Osborne, que según él era una víctima más de un sistema fiscal injusto pero inevitable.En uno de los e-mails, Lord Crickhowell llegó a amenazar con no apoyar un debate parlamentario sobre el sistema fiscal si el grupo no modificaba su estrategia. Después de una reunión presencial con él, Steve Lewis, dueño del Café del pueblo y líder del grupo en ese momento, se quejó de su condescendencia, su paternalismo y sus aires de superioridad, tratándoles «como a una banda de campesinos que no entienden como funciona ‘el gran juego’».Lewis afirmó entonces que el resto de comerciantes consideraba el estreno del documental como el final de la campaña mientras que él lo consideraba el principio. Estaba dispuesto a llegar a los tribunales incluso si ello suponía perder el apoyo del resto del grupo. El referendum del Brexit cambió el foco de la atención mediática poco después. La plataforma de recogida de firmas «Fair Tax Town» sigue activa.