El primer problema de cualquier sistema de blockchain en un mercado sin restricción en el número de agentes u operaciones -como es en principio el de cualquier divisa- es que exige un considerable esfuerzo de cálculo a cada uno de los agentes. El algoritmo de la moneda incluye que quienes dedican capacidades de cálculo de su propio ordenador al sistema de cálculo distribuido sean remunerados en bitcoins de nuevo cuño. Esa es la forma en la que se distribuyen los nuevos bitcoins. No es mala idea: se reparte la masa monetaria que se crea en cada momento para atender al incremento de transacciones que contemplaba el diseño original y al mismo tiempo se dan incentivos para que los usuarios de la divisa pongan su capacidad de cálculo al servicio de la moneda. Pero pasada cierta escala resultainevitablemente problemático.¿Imaginan que su ordenador o su teléfono no solo tiene que guardar un registro de todas las transacciones que se han hecho en la historia en euros o dólares sino que además tienen que colaborar para registrar las nuevas que se están haciendo en cada momento? Algo parecido pasó con bitcoin. El resultado: una recentralización brutal e inevitable 5 del sistema en aquellos usuarios (las famosas «mineras de bitcoin» chinas) que por disponer de energía barata o prácticamente gratuita dedican grandes instalaciones a aportar capacidad de cálculo a cambio de bitcoins recién creados. Problema: si alguien crea más de la mitad de los nuevos bloques puede modificar el registro entero…e incluso vetar las nuevas versiones del sistema de registro orientadas a ganar escalabilidad.